Hacía un calor del demonio,
El ventilador de la 122 trabajaba horas extras por nosotros
Y aun así, no era suficiente…
Yo tomaba de seis a nueve duchas frías, diariamente
Intentando inicua y obcecadamente,
Aplacar la sensación térmica,
Que por entonces;
Lo incineraba todo…
El sol de Mendoza era inclemencia y radiación,
De noche, no notabas la diferencia
De igual forma
Podías encender cigarrillos, con sólo apoyarlo en tu antebrazo
Mendoza también era buena vida, buena mesa y humedad…
Los días pasaban aceleradamente
Mientras yo bebía cerveza desnudo, al borde de la cama,
Desde ahí, sentía a mi hembra bajo la regadera, refrescándose en el baño,
Acicalándose bajo el agua…
Me gustaba cogerla en aquel baño
Me gustaba cargar su cuerpo contra el lavamanos
Y bajarle sus bragas, las cuales allá llamaban dulcemente: “bombachitas”
Entonces, jugueteaba cachondo con ella:
-“nena, bajaté la bombachita”, “¿qué hacés con bobachitas? Quitátela…”
Cosas así…
Entonces la atizaba con fuerza y la penetraba justo en frente del espejo
La panorámica era perfecta…
Podía ver su espalda extendida ante mis ojos como si fuese
Podía ver, apreciar, su rostro de placeres
De dientes apretados, de gemidos simultáneos,
Sentía una extraña idolatría al sentir su culo empinado,
Acrecentando mi excitación, con aquella prosternación pagana
Me gustaba verme fornicándola
Me gustaba ser aquel hombre en el reflejo
Me gustaba aún más aquella perra a la cual estaba cogiendo
Como un demente
Como un cocainómano recién-jalado
Como el más perpetuo y obstinado prosélito de su coño abierto
Me gustaba nuestra habitación
Era un buen sitio en el mundo
Un buen lugar donde sobrellevar la existencia
Un buen sitio donde sortear el calor
Un buen sitio donde atravesar aquel extremo averno trasandino,
Un recóndito espacio,
En donde sentir a tu mujer sollozar, y orinarse sobre tu verga y tus muslos,
Un buen alojamiento
En donde acrecentar el pulso cardiaco,
Convulsionarse
Y eyacular